Es ley, nos podemos casar. Gracias a un recorrido histórico de lucha y reconocimiento. Gracias a una progresiva apertura mental de- parte de- la sociedad. Y gracias a disputas y luchas de poderes, entre otras cosas. Sería muy iluso decir que todo transcurrió como debía, sería iluso suponer que la ley trae adherida un cambio de mentalidad en la gente. Sería poco optimista decir que no vamos por buen camino.

Vamos por partes.

Estamos contentxs, sí. Conseguimos un reconocimiento que va mucho más allá de la ley en concreto y conseguimos una ley que exige cambios en la sociedad para funcionar. Lo que, valga la aclaración, es muy bueno. Más allá de la norma concreta, se nos reconoce legalmente como iguales, con los mismos derechos, deberes y capacidades que cualquier ciudadano argentino. Mucho más allá de la norma, están los ciudadanos argentinos. Los que lucharon a favor y en contra. Los que no entienden por qué tanto escándalo, los que lucharon al lado de sus amigos o familiares homosexuales y los que les parece “una abominación”, “antinatural” o similar a querer casarse con una lechuga. Para que podamos realmente disfrutar de esta ley, se exigen cambios en la sociedad, y eso es bueno.

El cambio que tiene que atravesar la sociedad argentina es algo bastante parecido al proceso de “salir del clóset” por el que pasamos los homosexuales. Es afrontar las cosas como son, o mejor dicho, como queremos que sean. Es salir de un supuesto “orden natural” y replantearse cómo realmente queremos vivir, de qué somos capaces y por qué luchamos.

La sociedad nos brinda un abanico de roles sociales, donde cada uno debe mantenerse dentro de ciertos parámetros de “lo correcto” y evitar caer en ese misterioso agujero negro de “lo fuera de lugar”. Unos trajes que no están hechos a medida y que siempre incomodan por algún lado. Una relación homosexual, en Tucumán, no tiene traje, ni ningún manual de costura, tiene un ropero donde esconderse. Si uno tiene ganas de salir, sale desnudo e improvisa, siente y piensa.

Para ilustrar esto voy a escribir una, de las miles, de preguntas que me hice cuando empecé a salir con una mujer. Una situación cotidiana, abrir una puerta cuando entramos a un bar… ¿quién pasa primero? ¿¿¿La dama??? Esto puede sonar estúpido o irrelevante, pero creo que, a muy pequeña escala, ilustran ciertos debates internos, necesarios para despojarnos de esos prejuicios, de esos trajes, closets, anteojos o mochilas que no se ajustan ni a nosotros ni a nuestra realidad.

Yo, mujer lesbiana, puede actuar “caballerosamente” si lo deseo o puedo dejarme mimar si así lo siento. Puedo ser mamá, papá, estudiante, empleada, jefa, presidenta, solterona o ama de casa. Lo aprendí cuando “salí del clóset”, cuando observe el mundo que había afuera, no el mundo patriarcal y heteronormativo, ese que te encierra, y se encierra, en un clóset. Un mundo un poco más libre de prejuicios, donde la gente se anima a tratar cosas nuevas. Donde la gente se besa en la calle y donde lo que queremos es poder expresar el amor en libertad.

No me mal interpreten, no estoy diciendo que ser homosexual traiga aparejado ser una persona con menos prejuicios o con mayores capacidades de dar amor. Pero la situación, la negación de algo tan fuerte como el derecho a expresar el amor que uno siente por otro, simplemente porque alguien dice que “está mal”, lleva, casi obligadamente, a que uno se replantee muchas cosas. Y ahora que salió a la luz, es un debate que obliga a que todos nos replanteemos muchas cosas. Que entendamos que nuestras vidas no tienen por qué mantenerse estáticas y que para ser felices nos tenemos que aprender a parar y luchar por lo que amamos.


Otro punto, no creo que el debate que surgió alrededor del matrimonio homosexual haya estado despojado de clósets. Vi mucha crueldad e ignorancia, vi estrategias y mentiras. Vi peleas camufladas. El proceso se desvirtuó, el día antes de la votación en el senado, no se hablaba de la ley, se hablaba de la pelea de los Kirchner contra la iglesia ¿Y nuestra lucha? Nuestra lucha estaba en las calles, estaba en los debates diarios, en los conflictos y charlas con colegas, familia y vecinos. En el respeto inesperado que te abraza y contiene y en la amarga desilusión de alguien que te da la espalda.

Durante el debate, hasta que salio la ley y todavía ahora, hay muchas cosas que siguen escondidas en algún clóset, prejuicios, ambiciones, miedos y dobles intenciones. Pero yo no. Nosotrxs no, ustedes no. Muchos de nosotrxs salimos del clóset, y no solo para casarnos. Para ser lo que somos, homo o hetero, casados o solteros, porque lo queremos, deseamos y merecemos.

Puedo ser libre, tengo que ser libre. La historia de nuestro país dio vuelta una página y no hay nada escrito, somos los dueños de nuestro futuro. Dimos el primer paso hacia una sociedad más tolerante. Pero es importante dejar en claro que es un primer paso y que quedan muchos más por dar. Es un reconocimiento, es igualdad ante la ley. Mucho más allá de la opinión que cada uno tenga de la institución matrimonio y de las ganas de casarse. Es un reconocimiento. Hola, acá estamos, existimos y nos amamos como ustedes. Miren, escuchen y aprendan junto a nosotros. Es un nuevo mundo el que estamos creando y todos formamos parte de él. Todos podemos y todos debemos reconstruir nuestra vida como lo deseamos. Afuera del clóset.

Gatta, Cruzada

2 comentarios:

trebolxs dijo...

eS una de esas raras ocasiones en q estoy (casi casi) totalmente de acuerdo con una nota! jajajjajaa
Sin dejar de festejar, q nos lo merecemos todxs con creces, comencemos a pensar ya actuar los siguientes pasos: se me hace que habría que armar una juntada-debate entre las distintas agrupaciones y gente que comparte la lucha para intercambiar puntos de vista sobre lo que pasó y sobre que hacemos ahora. Esta lucha, entre muchos otros frutos que dio: NOS UNIÓ. Que no decaiga!!!
carlos trebol

oveja y negra dijo...

Me gustó mucho esta entrada, felicito a la autora.Saludos.

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