Salí de un colegio religioso y privado. Me críe en una familia “bien”, en una ciudad residencial, con un grupo de amigas y amigos “bien” y de “buenas familias”, nunca fui rebelde, era buena alumna y buena hija. En mi casa nunca “mamé” ninguna ideología política o siquiera ideas revolucionarias. Nunca me falto nada, mi familia no era "ejemplar", primero por que no existen, segundo por que a la edad de 10 años mi mamá y mi papá se separaron, de ahí todos los pequeños traumas que una puede tener, y debidos procesos, pero nunca me faltaron límites ni amor. Siempre tuve amigas, vacaciones en la playa y Tafi del Valle. Tuve misa de 15 y confirmación. Se inglés y rendí bachillerato internacional, fui a Disney a los 10 años, aunque no a los 15. Nunca fui consumista, aunque para ser sincera Levi´s siempre fue mi marca favorita por el solo hecho de ser Levi´s, y tengo algún tipo de fetiche con los zapatos de taco alto y anteojos. No solía hablar de mis problemas ni de mis sentimientos, para no molestar, me descargaba conmigo misma. Estuve enferma como a los 20 años, me odiaba la gran parte del tiempo porque mi cuerpo y mi persona no correspondían al estereotipo de mujer querible, y me sometía a mil sacrificios con tal de ser “aceptada” en esta sociedad de mujeres flacas y poco pensantes. Reaccioné a tiempo, y aún me quedan neuronas.

Muchos hombres bese, mis amigas me amenazaban con que nadie me iba a querer de novia si yo era tan fácil (sociedad conservadora y machista en la que vivimos). Aún no tenía ideología, ni fama ni maldad, siempre fui buena y divertida. Etiqueta que dejo de sentarme bien cuando me convertí en "mala onda y ortiva", provocado principalmente por la falta de ingesta de comida.
Estudie derecho e hice natación, guitarra, francés, italiano y portugués. Nunca me puse de novia, salvo con un rocker de gran corazón. Tenían razón mis amigas, ninguno de esos hombres que bese me quiso de novia, y yo ahora me arrepiento de todo corazón de haber perdido la posibilidad de mi vida de ser una ama de casa desesperada. Fui a marchas del campo y lo acompañe a mi papá. Después me arrepentí.

En algún momento la realidad me penetró. En algún momento mi realidad dejo de ser una nube de pedos de colores y sin olor para convertirse en la misma mierda que hoy veo. Logre ver una sociedad que lejos estaba de lo que me habían enseñado, una religión que se comía la cola, y familias que hacían marchas por la vida matando a quien se les cruzara por delante y nunca arriesgaban sus vidas por aquel que moría.

Me asuste. Me vi sola rodeada del enemigo con sus armas y sus puños y su corrección y su discurso hegemónico. Con miedo me acepté como lesbiana, me reconocí mujer y lesbiana, con todo el peso que esas palabras tienen.
Encontré manos que me ayudaban, encontré grupos que me apoyaban. No estaba sola, no estoy sola. Me cuestione, me cuestiono, constantemente sobre mi lugar en el mundo. Soy activista, soy militante por la transformación de este orden social, político y económico que nos oprime, que nos violenta, que nos lastima, que nos consume.

Hoy digo basta, hoy quiero ser visible, hoy quiero decir soy lesbiana por elección, acción y placer, y porque es una elección política de revelarme contra un orden que repudio, que masifica y lava cerebros.

Ser Lesbiana significa tener que enfrentarte al mundo o pasar toda tu vida simulando ser alguien que no sos o escondida en un placar.

Ser lesbiana significa pensar como decirles a tu papá y a tu mamá que no te vas a casar hasta que el congreso lo decida.

Ser lesbiana significa ser discriminada, juzgada, estigmatizada, violentada, por la propia familia, por la sociedad entera, por el estado, por la iglesia.

Ser lesbiana también significa enamorarse, no de un hombre, sino de una mujer, y tener que dar explicaciones por ello.

Ser lesbiana significa que te rompan el corazón, como a cualquier otrx.
Y cuando te rompen el corazón, porque te dejaron de amar, porque te mintieron, porque te engañaron, tenés que seguir levantándote todos los días siendo lesbiana y orgullosa de ello, y ponerle la cara al mundo.

Todos los días salgo del placard o closet. Todos los días me construyo como una mujer lesbiana, políticamente comprometida con la transformación del mundo en el que tengo que vivir, buscando la transformación del orden social, político y económico. Todos los días me despierto como una mujer desobediente, que no se banca que un hombre la maltrate, la despoje de su dignidad, le robe sus derechos, una mujer comprometida políticamente para transformar el orden heteronormativo-patriarcal en el que vive. Todos los días me reconozco como una mujer que sigue teniendo miedo, que tiene una familia que tal vez no la comprenda. Una mujer que sigue teniendo miedo, pero este miedo ya no la paraliza, sino que la moviliza. Todos los días y todas las noches soy una mujer rebelde, a la que no la calla ningún varón ni ninguna mujer, una mujer que no entra en estereotipos y que juega con ellos.

Ser lesbiana y hacerte visible significa arriesgar continuamente tu vida ante la hipocresía de la sociedad, a los fundamentalismos de la iglesia, a la opresión del estado, al rechazo de tu familia, a la ira social por elegir la disidencia. Ser lesbiana significa arriesgar tu vida, como lo hizo Natalia, y como lo hicieron tantas otras que fueron invisibilizadas. No nos callamos y no nos van a callar, por que somos muchas y estamos organizadas.

Hoy estoy en un lugar que me gusta, que me alejo de enfermedades, prejuicios y vicios. Me gusta leer libros y revistas mientras viajo en colectivo al trabajo. Volví a colgar el estante con libros que una vez casi me mata. Saco fotos y me encanta. Me divierto obsesionándome con historias pasadas. A mi papá lo veo una vez a la semana, y eso esta bien, a mi mamá la amo y a mis hermanas las quiero. Ya no rezo antes de dormir ni cuento las calorías que comí. Soy feliz y soy lesbiana. Gracias a los y las que colaboran para que siga así cada día y cada noche.

Por M.M. Cruzadas